Una proteína que transporta el agua hasta el interior de las células.
En 1988, miembros del grupo de Peter Agre, de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins –Baltimore, Estados Unidos– tras aislar una de las proteínas de membrana, se dieron cuenta casualmente, uno o dos años más tarde, de que podría tratarse del canal de agua cuya existencia se sospechaba desde mucho tiempo atrás.
Para probarlo, sumergieron en agua células que contenían la proteína –a la que denominaron aquaporina– y observaron que se hinchaban como consecuencia del pasaje del agua hacia el interior celular, mientras que las células en las que no había aquaporinas permanecían inalteradas.
En el año 2000, Peter Agre publicó la primera estructura tridimensional detallada de una aquaporina, lo que permitió comprender algunos detalles de su funcionamiento. Hoy se conocen unas doscientas aquaporinas diferentes de tejidos de mamíferos, invertebrados, microorganismos y plantas; y se han identificado once aquaporinas humanas diferentes.
Las aquaporinas explican cómo nuestro cerebro secreta y absorbe líquidos –cefalorraquídeo, lágrimas, bilis, sudor, etc.–; se encuentran distribuidas en todas las membranas del organismo, donde desempeñan la importante función de permitir el paso del agua.
Las aquaporinas-3, que se encuentran en la piel humana, regulan el transporte de agua, glycerol y otros solutos a través de la membrana celular. Cuando no están presentes en la piel, se producen múltiples síntomas de daño: menor contenido de agua, alteración de su propiedad de barrera, disminución de la capacidad de repararse y pérdida de la elasticidad.
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